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Writer's pictureAllie Moroney

Guerrero

Este año, tuve la oportunidad de ir en un peregrinaje dedicado a San José durante la fiesta de San José en marzo. Durante mi viaje, estaba en medio de varios discernimientos que les pertenecían al rumbo de mi futuro– a donde viviría, trabajaría, etc. La verdad es que fui a este peregrinaje por claridad, por algo concreto para que pudiera seguir adelante en el camino del Señor.

Empezamos el peregrinaje con una hora santa con Nuestro Señor en la Santísima (para aprender más sobre una hora Santa, lea este artículo). En la presencia del Señor sentía paz y tranquilidad. Me quedé con mis ojos cerrados, disfrutando la mirada del Señor puesta en mí. Después de un rato, abrí mis ojos porque sentía que alguien más me estaba mirándo. Empecé a analizar el santuario, cuando una imagen de San José con el niño Jesús en sus brazos me llamó la atención. El niño Jesús en esta imagen tenía ojos azules y pelo rojo. Lo dudo mucho que esté imagen representa la apariencia de Jesús cuando Él caminaba por la tierra, pero no importa… con el arte es subjetivo. Al principio, intenté enfocarme en Jesús en la custodia, pero por alguna razón no pude evitar de mirar la imagen del niño Jesús y sentí el Espíritu Santo guiando mi corazón al fijarse en el niño pelirrojo en brazos de San José.


Mi pelo es rubio/pelirrojo (depende en el día jaja) y mis ojos son azules. “No sea tan cursi.” Me dije a mi mismo. Pero con tiempo y gracia, noté que mirando a esta imagen le causaba a mi corazón disgusto y frustración. Mi alma se sentía inquieta y estaba esperando por el momento para salir del Santuario. Cuando por fin, la hora santa terminó, tuvimos un tiempo libre para ir de compras o descansar antes de continuar con el peregrinaje. Aunque quería salir del santuario y pasar tiempo con amigos, olvidando todo lo que experimentaba durante la hora santa, sabía que mi corazón necesitaba más tiempo para reflexionar y me fui por una caminata.

Di una vuelta alrededor de las colinas del pueblo y empecé a hablarle al Señor y San José. Sentí la presencia de ellos muy fuerte, no solo como un espíritu de consuelo sino un espíritu de curiosidad. Realmente, sentía como ellos estaban caminando conmigo, paso a paso. Esta presencia me dió incomodez porque no quería hablar más, quería seguir adelante y fingir que todo estaba bien. Pero la ternura de San José y Nuestro Señor me conquistó. La suave, pero fuerte, presencia de mi familia en el cielo, aseguraron a mi pobre corazón que pudiera confiar en ellos.

Empecé a hablar sin pensar, “San José, yo veo la manera de que cuidaste al niño Jesús. Veo la manera de que él pudiera descansar en tus brazos sin preocupación y miedos. Yo quería descansar como él, pero la realidad de mi vida es que yo soy mi propia protectora. Ya sé que toda mi fuerza no es de mi, en verdad es de Dios Padre, pero aquí en la tierra son mis manos guardando mi misma. Yo soy una guerrera en mi vida, luchando esta batalla.”

Caminando por las calles estaba furiosa. Continué mi vuelta, diciendole a San José mi letanía de eventos desafortunados e injustos de mi vida.. Encontré ejemplo tras ejemplo de eventos en mi vida que me enseñaban que no puedo confiar en nadie a partir de mi misma. En este día no había muchos carros en la calle, pero en medio de mi monólogo, una gran cantidad de carros pasaron por la calle y me quedé plantada esperando para cruzar al otro lado.

Este momento parada interrumpió mi rabia, y en un momento de inmovilidad, el motivo verdadero de mi corazón apareció. Finalmente, le hablé a San José no por mis heridas pero por mi corazón de verdad. “San José. Quiero confiar. Quiero descansar. Quiero permitir la gracia de Dios a defenderme y sostenerme por completo, pero no sé cómo y tengo miedo.” Inmediatamente después de esta confesión, los carros salieron y pude cruzar la calle otra vez. Levanté mi cabeza, y casi me tropecé en la calle por puro shock de lo que estaba enfrente de mis ojos. Todo el tiempo en que estaba caminando cerca del pueblo, nunca miré las señales de las calles. Estaba perdida en la oración, caminando sin pensar dónde estaba.

Cuando levanté mis ojos, finalmente ví la señal de la calle en la que yo estaba. Se llamaba “Guerrero.”
Al ver esta señal, respiré por lo que sentía como la primera vez en mucho tiempo. La carga en mis hombros se fue. En este momento San José me liberó de la mentira de que tendría que cuidarme a mí misma. Me convirtió de alguien atrapada en una mentalidad de huérfana en una niña segura en el amado de un padre. A veces yo quiero respuestas para todos los problemas y frustraciones de mi vida. . . pues todo el tiempo quiero respuestas. Vine a la peregrinaje por claridad sobre mi futuro. Pero no necesitaba claridad en la forma de una respuesta escrita o una voz del Señor dándome un mandato adónde debería ir. Más que un anuncio concreto, necesitaba encontrar a Jesús en medio de todos las incertidumbres, cuestiones, y miedos que tuvieron sobre el futuro. Aunque las respuestas son buenas, y Dios quiere hablar francamente con nosotros, he aprendido que un abrazo, una mirada, un sentido de la presencia del Señor valen más que todo el conocimiento del mundo. No encontramos la voluntad del Señor a parte de su amor; al contrario, la voluntad del Señor es fruto de la comunión íntima con Él Señor. Podemos sentirnos decepcionados por Él Señor porque a veces parece como que Él no está con nosotros cuando nosotros necesitamos soluciones urgentementes. En realidad como todos dicen, Él Señor está más cerca en nuestros dolores. Pero creo que la cosa más importante que Él Señor está intentando comunicarnos en estos momentos, es que la meta en estas situaciones no es solo sobrevivir para seguir adelante. Él Señor no desea solamente sobrevivencia en nuestras vida; Él Señor desea abundancia y abundancia de alegría por todos y por siempre. Esta abundancia de vida no viene de la fuerza de nuestras propias manos. Esta abundancia viene de dar cuenta nuestra debilidad y permitir que el amor de Dios penetre cada parte de nuestro ser. Abundancia y alegría vienen cuando experimentamos hasta las entrañas de nuestro ser que somos amados por un Amor inquebrantable y más fuerte que la muerte. Dios nunca se cansa de mostrarnos su gran amor directamente corazón a corazón, a través de nuestros seres queridos aquí en la tierra y especialmente aquellos en el cielo. En este día de marzo, caminando por la calle Guerrero, Él Señor conquistó una parte de mi corazón que estaba cautivada. . . por miedo, orgullo, autosuficiencia, rencor, resentimiento, tristeza. En medio de mi caos interior, a pesar de todos mis intentos de aislarme, el sencillo carpintero me tiene en seguida. Aunque me sentía sola, frustrada, ansiosa, San José caminaba conmigo.

Cuando era el momento indicado, cuando finalmente abandoné mis fuerzas y acepté mis debilidades, Papá José me tomó en sus brazos tal cual como lo hizo con Jesús. Al escuchar el ritmo de su corazón puro y fuerte, no pude oír los gritos de ansiedad y preocupaciones del futuro. Solo el sonido de un corazón que suena como un tambor de un ejército. Cada latido como una promesa, que siempre tendré un Guerrero en el cielo luchando por mi. Para terminar, solo quiero sugerir a todos ustedes a encontrar un Papá en San José. No sabes adonde empezar o quieres hacer algo para crecer su relación con San José? Vaya al Camino de San José. Te lo juro, le cambiará su vida. Por más información sobre el peregrinaje, El Camino de San José, haz clic aquí!


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